Los nuevos monopolios digitales y sus tentáculos
A raíz de un artículo de Esther Miguel Trula (@flamencastone) sobre si Disney se estaba convirtiendo en una megacorporación y como estaba cambiando la industria del cine, comencé a pensar sobre otras grandes empresas, las cuales pudieran considerarse como nuevos monopolios digitales, y hasta donde llegaría su influencia.
¿Quiénes son las GAFA?
GAFA es el acrónimo que se utiliza para referirse a cuatro de las más importantes empresas digitales (Google, Apple, Facebook y Amazon) y que juntas tienen un PIB equivalente al de Francia.
Google (o Alphabet que es la empresa matriz del grupo) tiene el 88% de la cuota de mercado en publicidad de búsqueda en EEUU. Realiza cerca del 92% de las búsquedas en internet. Domina el vídeo (YouTube), el mapping (Google Maps) y el correo electrónico personal (Gmail).
Apple es la segunda marca más valiosa por detrás de Amazon y por delante de Google. Es la empresa que más smartphones vende en el mundo (así como otros gadgets como Macs, iWatch, iPad…). Sus productos de contenido o servicios (App Store, Apple Music, Apple Play) son su segunda fuente de ingreso.
Facebook y sus principales subsidiarias (Instagram, WhatsApp y Messenger) representan el 77% del tráfico de redes sociales móviles y son cuatro de las cinco aplicaciones más usadas en los móviles del mundo. Cuenta además con 2.000 millones de usuarios activos (más de un cuarto de la población del planeta).
Casi 1 de cada 2 dólares en ventas al por menor online pasa a través de Amazon. Representa el 52% de todas las ventas de libros en EEUU, el 43% del comercio online y el 45% del mercado de cloud computing de rápido crecimiento.
Mala Praxis
Resulta curioso que el sistema capitalista, cuya máxima es la libre competencia, históricamente tienda a la creación constante de monopolios u oligopolios. Y cuando las empresas controlan un mercado tienden a utilizar su poder para eliminar la competencia, ya sea con prácticas como el ajuste de precios predatorio o el dumping, la manipulación de las plataformas para destruir a la competencia o, cuando no, comprarla directamente.
Así vemos, por ejemplo, a Google quien ha sido acusada de manipular sus algoritmos de búsqueda para beneficiar a los productos y servicios propios.
Apple por su parte ha recibido denuncias por ralentizar la velocidad de sus modelos más viejos para «incentivar» a sus clientes a renovar el equipo. Eso además de retrasar actualizaciones de los servicios que compiten con los propios, cargarles un 30% de comisión en las app de terceros que se venden en su APP Store.
Facebook se ha caracterizado por comprar a la competencia, gastó 20.000 millones de dólares en comprar Instagram y WhatsApp. Y cuando no ha podido, por ejemplo, cuando intentó infructuosamente comprar Snapchat por 3.000 millones de dólares, replicó e implementó la función característica de esta app (la auto-supresión de vídeos y fotos a las 24h) en sus distintas aplicaciones (las Stories en Instagram y Facebook y los Estados en WhatsApp).
Amazon también ha optado por comprar. Ha absorbido a muchos de sus competidores, la mayor tienda online de calzados (Zappos), el líder en productos para bebés (Diapers.com). Esta última se negó inicialmente a vender, pero Amazon simplemente redujo los precios de sus propios productos para bebés hasta que Diapers.com se rindió y vendió.
Otros aspectos que ha caracterizado a estas empresas es el de no pagar impuestos, pues cuantos menos tributos se paguen, mayor rebaja al producto final se pueden permitir, frente a otras empresas tributando en sus países de origen menos beneficiosos. Así mientras que las 500 empresas más grandes de EEUU pagan un promedio de un 27% de sus ingresos, Apple paga un 17%, Google un 16%, Amazon un 13% y Facebook, registrada en Irlanda, un 4%.
El alcance de los tentáculos
La pregunta consiguiente ante todo esto sería por qué los organismos reguladores permiten esto. Y la respuesta es que «técnicamente» no lo permiten y estas empresas, de hecho, han pasado más de una vez por lo tribunales. Pero su influencia en los poderes políticos es grande, sus lobbys son muy influyentes y de momento la voluntad gubernamental se ha concentrado más en proteger la propiedad intelectual de estas empresas que en proteger a sus consumidores. Buscan también hacer frente a los monopolios que por su parte están naciendo el mercado chino y asiático (Baidu, Alibaba, Tencent…).
Un ejemplo de la influencia de los poderes políticos es la negativa del gobierno de Trump a permitir la fusión entre AT & T y Warner (propietaria de DC). El hecho que el CEO de Marvel, Isaac Perlmutter, sea el mayor contribuyente en la campaña del presidente igual nos lleva a sospechar en segundas intenciones a la hora de impedir la fusión.
Otro motivo por el que no acaban de meter mano a estos monopolios es que pese a ejercer una inmensa influencia en nuestra cultura y política, todavía no ha puesto el apretón económico en los consumidores. Pero aunque no estén pagando precios más altos, sin embargo están entregando cantidades masivas de datos personales.
Las GAFA tienen acceso a nuestros datos, nuestra información y nuestras cuentas bancarias; operan con sofisticados algoritmos; el poder de las mismas está concentrado en sus socios fundadores. Así pues nuestras vidas se canalizan a través de cada vez menos empresas controladas por unos pocos hombres.
Otra forma que tenemos los consumidores para pagar es con nuestra dedicación, es la llamada economía de la atención. Las compañías deben competir por un bien finito, el ser humano puede disponer de un máximo de 16 horas de dedicación por día, tanto para consumir como para producir contenidos. Luego estas aplicaciones monetizan esta atención (fundamentalmente en publicidad).
Monopolios y fake news. Una inesperada consecuencia
Esta economía de la atención, junto con los monopolios digitales, ha originado un inesperada consecuencia: la proliferación de fake news.
Google y Facebook compiten contra los editores de noticias y periódicos digitales por la atención del usuario, los datos y el dinero de la publicidad. Ambas controlan más del 70% del mercado de la publicidad digital, mercado que anteriormente abastecía a las compañías de medios (entre 2006 y 2016, los ingresos publicitarios de los diarios americanos descendieron de 50.000 millones a 18.000 millones) y que ha provocado la reducción de plantillas, cierre de medios, etc. Google y Facebook se nutren de los contenidos de los propios usuarios y no necesitan pagar a periodistas, cámaras, locutores o guionistas.
Con un periodismo en recesión, más preocupado en crear clickbaits que noticias, y únicamente dos algoritmos dominantes que controla el flujo de la información en internet, los proveedores de fake news sólo tienen que explotar las debilidades de un algoritmo para engañar a cientos de miles de personas.
Los nuevos monopolios digitales (y no pensemos que son únicamente los 4 expuestos a modo de ejemplo) pueden seguir creciendo, incrementando su poder económico, político y social, ante la complacencia de los organismos reguladores. Y así seguirá hasta que los consumidores se rebelen contra estas compañías. De momento han comenzado a perder su aire de modernidad juvenil para ser percibidas como lo que son: empresas que deben maximizar su ganancia negando el daño que ocasionan.
Pero para esto todavía falta, de momento estamos ocupados buscando un restaurante en Google, subiendo las fotos de la comida a Instagram y volviendo a casa en un Cabify que hemos pedido desde nuestro Iphone.