LA PLAYA
En estos tiempos en que el tipo de turismo a desarrollar en nuestro país está en debate, quiero abogar por un turismo cada vez más difícil de conseguir en estos días: el más auténtico, el pegado a la naturaleza. La playa es un relato corto que os quiero mostrar hoy con un recordatorio: hay que aprovechar cada uno de nuestros momentos libres, especialmente ahora en vacaciones, y escapar lo más lejos posible de la tecnología, tratar de acercarnos lo máximo posible a todo aquello que no es prefabricado, a la naturaleza, donde podemos encontrar algunos de los momentos más memorables e intentos de nuestra vida.
Aunque pueda resultar paradójico y contradictorio que esta historia tenga un soporte informático y trate de hacerse llegar a través de la tecnología y de Internet, permitirme esa licencia, y espero que os guste y que el post os llame a a apagar el móvil y a aprovechar cada instante.
Un cálido y soleado día que se tercia tranquilo, sin nada que hacer…
Las ondas de calor broncean a fuego lento una torneada piel que de breves arrugas se cubrirá en un par de semanas…
Mecen las olas sin prisa al tiempo, que duerme acurrucado en la brisa fresca, adormecido, sucumbe al sueño, ante el susurro inconsciente de la naturaleza…
La arena, morena y blanca, pero al fin y al cabo arena, intenta alcanzar un último baño, pero no toda la arena se contenta con los 5 grados de agua termal que sirven para alargar la felicidad de no tener nada que observar ni que ver…
El viento, el más impaciente de los presentes, mece intranquilo a las palmeras que nunca han podido parar de moverse ni de bailar. Es el primero que quiere irse, no sabe disfrutar de lo que tiene, «carpe diem«: sean cuales sean tus circunstancias, quieras hacer una cosa u otra, siempre hay que intentar aprovechar y divertirse con lo que uno tiene, incluso en el más absoluto silencio, donde ríen las confidencias y pensamientos…
Sobre una esterilla una pareja que se lo dice todo en una mirada. Es imposible imaginar los matices que se pueden observar en un simple gesto, inconsciente e involuntario, cegados y ocultos por el sol…
Quién les iba a decir a ellos, un verano en una playa desierta, ajena al turismo, donde aún puede uno poder sentir lo que de verdad significa la palabra «naturaleza«. No hay ajetreos, no hay paquetes de descuento, no hay un incómodo hotel lleno de familias deshumanizadas provenientes de una civilización desvalorizada, solo una tienda de campaña, un espíritu del mar tan puro que humedece sus pestañas…
Ni un sólo móvil, ningún ordenador, nada que les distraiga de conocerse mutuamente, ningún incómodo recepcionista preguntándoles por las reservas, la cena o cómo estaba todo, pues ellos mismos no saben responderse…
Únicamente una cámara antigua, un tesoro olvidado que supera la modernidad, pues la sencillez de un recuerdo no puede compararse con un programa de retoque de imágenes. Quién quiere la perfección teniendo la experiencia viva…
Va cayendo la puesta de sol del último día de verano, un incandescente resplandor que brilla como el fuego en la rubia cabellera de ella, mientras él, embelesado, echa la última fotografía, que refleja a su amada absorta, de perfil, sumergida en un diálogo mudo con el astro rey. El espejo del infierno, eso es lo que parece la mar, impasible, como si la marea y las corrientes no existieran…
Anda, mira, dice ella. Una gaviota les despide. El mismo pájaro que día a día les ha saludado desde las alturas, implorando compañía en tan idílico paraíso. Un último baño que resulta extraño, contradictorio, refrescante y pesado, triste y feliz…
La realidad obliga a marcharse, no importan los sentimientos, aunque nadie les podrá arrebatar la experiencia ni lo pasado. Él la mira mientras se seca el pelo en el agua…
Un beso sin lagunas posibles, reflejado y refrendado ante el cosmos, el universo que, sonriendo con sus dientes como estrellas, los contempla…
Un último vistazo, todo listo para marcharse en el profundo y lastimero crujir de los grillos, en el aullar de los lobos del bosque, en la noche del olvido impenetrable…
Mientras ella duerme en el asiento trasero, él da gracias de que existan sitios que no puedan ser alcanzados por la mano del hombre, donde la Tierra se manifiesta sencilla en su esplendor y les muestra el verdadero significado de la vida. Tanto tiempo trabajando, preocupado por los problemas del día a día…
¿Acaso importan algo? Vivir con lo que se tiene…
Un extraño sueño que ambos han compartido, ya no existe la playa, queda esta moraleja, y el amor en ella, contenido…
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