La lírica costumbrista de Los Desgraciaus
Quien conozca a Los Desgraciaus pensará seguramente que son un grupo de verbenas y música de cachondeo, quienes no los conozcan no, claro. Pero nada más lejos de la realidad. Para desmentirlo me he propuesto analizar pormenorizadamente la letra de su gran obra maestra (hasta la fecha): Los coches Chocones. Y demostraré que son los mayores maestros de la lírica costumbrista en la actualidad.
Tras la aparente vulgaridad de un relato lúdico-ferial se esconden multitud de recursos estilísticos que nos permiten entroncar esta maravillosa composición tanto con los frutos de reconocidos grupos de autores como la Generación del 27, como de estilos de poesía ampliamente enraizados en la lírica costumbrista del Renacimiento y contemporánea europea.
«Y era un domingo en la tarde
fui a los coches de choque
y estaban pinchando el
disco que a mi tanto me pone.»
Ya en la primera estrofa, la elección de una copla con rima asonante en los versos pares como elemento formal pone de manifiesto la dualidad en que va a moverse toda la canción entre forma y fondo; a veces enfrentando ambos elementos como en los tres primeros versos, donde una métrica formal se conjuga con un lenguaje y una ambientación plebeyas, o dejándolos fluir de la mano como en el último donde la forma parece corromperse añadiendo una sílaba más impidiendo así que se pueda considerar a la estrofa como copla canónica dentro de la lírica costumbrista al uso.
Ese iniciar con una conjunción en el primer verso y una elipsis en el comienzo del segundo proporciona una inmediatez del relato, que lo actualiza aunque lo sabemos ya pasado y, además, servirá como hilo conductor de todo el discurso con el sabio uso de la anáfora y el polisíndeton, convirtiendo una sucesión de coplas estróficas, más propias de poetas como Juan Ramón Jiménez, en la composición de tipo romance tan común en la poseía pastoril del mismísimo Garcilaso de la Vega.
«fui a sacar 4 fichas
y me compre un abono
y estuve ojeando en la pista
pa encontrar un coche rojo.»
Sigue con versos de arte menor, lo que permite darle un mayor ritmo y simplicidad al texto, aunque en este caso se sustituye la copla por una cuarteta, jugando hábilmente con las sinalefas para mantener la métrica impoluta. De no ser por las anáforas podríamos comparar estos versos con los noventayochistas como Machado y su «Recuerdo Infantil».
Nuestro protagonista define su personalidad en los versos pares, ese «y me saqué un abono» denota un alma de tipo pragmático, pues opta por una opción con mejor relación calidad-precio, y a la vez, unida al último verso «pa encontrar un coche rojo», deja claro que es un amante apasionado de la velocidad, dispuesto a disfrutar plenamente de su tarde de solaz y con una educación popular pero muy profunda, pues su objetivo primordial es hallar un coche rojo, que como todo el mundo sabe son los que más corren.
Por último destacar que el apócope de la preposición «para»=»pa» sirve a un doble propósito: en primer lugar métrico, ya que acorta el verso y permite que se mantenga octosílabo, y por otro lado estilístico demostrando un dominio del ritmo magistral y contrapesando con un asíndeton muy marcado entre tanta anáfora. Esto marca un punto de inflexión e inicia una curva ascendente de interés, puesto que en la siguiente estrofa nos va a introducir al tema del amor romántico.
«Mientras daba una vuelta de reconocimiento,
mirando si el material de
la atracción era bueno,
iba subiendo la rampa
hacia la taquilla, y se me
encendió el alma corazón y rodilla.»
Esta estrofa de seis versos rompe intencionadamente todo el formalismo mantenido hasta ahora, al no adoptar la forma de una sextina manriqueña ni una sexta rima, y decantarse por un verso libre con apenas dos rimas asonantes abrazadas con dos versos de rima blanca con una estructura final A-b-a-c-b-D.

Al ser una estrofa más larga permite dosificar de manera óptima la tensión creciente hasta el clímax al que da paso en todo lo alto con una hipérbole que recuerda aquellos versos lorquianos de su poema «Es verdad», que ya fueran cantados por Camarón: «Por tu amor me duele el aire,el corazón y el sombrero»
Como veremos, cada vez se harán más frecuentes las alusiones y referencias al genial poeta granadino de la generación del 27 hasta el más puro homenaje final.
«¡Y allí estabas tú!
con tu melena al viento
platino de bote
¡Y allí estabas tú!
¡Y allí estabas tú!
con tu super nikí
de tirantes BRILLANTES
y allí estabas tú.
¡Y allí estaba yo!
con el tabaco al hombro
camiseta blanca
¡Y allí estaba yo!
¡Y allí estaba yo!
vaquero ajustao
y botines de punta
¡y allí estaba yo!»
Por fin, la escena de encuentro de los amados, a la altura de cómo presentaron en su momento a Romeo y Julieta o a los amantes de Teruel. Al ser clara ya la referencia a la poesía bucólica, el autor se vuelca mayoritariamente en los heptasílabos para evocar el tema del amor platónico, del objeto del amor como una divinidad inalcanzable. Dicha distancia se marca al recalcar que allí estaban los dos, y sin embargo en ningún momento se les menciona próximos.
El ritmo se acelera, como las pulsaciones del corazón alterado por la visión de la belleza inaprensible y casi cerca de sincopar recurre a la rima interna de versos de arte menor como en «tirantes brillantes». Esta agitación se muestra formalmente en que para ser un soneto le sobran dos versos y en licencias como «nikí», localismo vulgar que sería impropio de alguien cultivado, como hemos visto anteriormente, pero que sin duda se debe al arrobamiento pasajero y espesamiento del juicio del protagonista.
Si aún no fuera bastante evidente la clara ascendencia que tienen sobre estos versos las obras renacentistas de corte romántico, el autor representa a su amada rubia, al igual que en los sonetos XXIII de Garcilaso («…en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió…«) o CLXVI de Góngora («…tu cabello, oro bruñido al sol relumbra en vano…»).
La búsqueda del amor

«¿Como podía entrar a
ese pedazo de chorba?
no la quería asustar
como asustaba a las otras.»
Como vemos, el autor refleja aquí el temor del amante al desdén del objeto de su amor de nuevo en forma de una copla, esta vez sí, canónica a-b-a-b. Se presenta además como un hombre desdichado en el romance, al más puro estilo del romanticismo.
Cabe recordar que el movimiento romántico bebe profundamente en la fuente de los paisajes bucólicos y la lírica costumbrista del poemario renacentista, aunque de una manera más introspectiva y personal. Por eso mismo toda la epopeya nos la narra en primera persona, cual si de una vivencia propia se tratase, al estilo de El Cuervo de Edgar Allan Poe.
«Fui a por ella y la dije:
cielo monta conmigo.
Ella me dijo: de acuerdo
pareces un buen chico.»
El protagonista se arroja valientemente, incluso llamando abiertamente «cielo» a su amada, a las brasas del amor, para surgir de ellas como un Ave Fénix renacido por las palabras de aliento de ella que, como se ve, no elogia parte alguna de su físico si no que destaca su carácter humano. Humano, de nuevo el antropocentrismo clásico de la poesía lírica costumbrista española de la primera mitad del siglo XVI.
Sobre el laísmo, evidentemente de nuevo el autor quiere dejar claro que los nervios predominan en el ánimo del protagonista, obviamente.
«No la miraba a los ojos
pues me daba vergüenza,
ni la podía mirar
directamente a las tetas.»
Aquí el autor ejemplifica el azoramiento del protagonista ante la cercanía de su ideal de belleza. Mirarle a los ojos le causa tal vergüenza que le resulta imposible, mirarle a los pechos no nos dice lo que le producía, pero podemos aventurar que sería una sublimación de humores totalmente insoportable, algo típico de la lírica costumbrista.
«Así empecé a chocar
violentamente a los otros
y ella se sujetó fuerte
a mi brazo y a mi hombro.»
Y emprenden la huida juntos hacia un horizonte sobre el que anochece, a falta de caballo, sobre los lomos de un coche de choque, rojo suponemos, dejando atrás la civilización y en busca de un lugar apartado de otras presencias, como deja claro afirmando que chocaba violentamente al resto de vehículos para apartarlos de su camino.
Estas tres estrofas son de nuevo coplas en las que sólo riman los versos pares en una estructura de rimas compleja y fascinante (a-b-c-b-d-e-f-e-g-d-h-d) donde no hay «u» en las sílabas tónicas y posteriores. Lo que incardina fuertemente las tres coplas en el mismo discurso, especialmente las dos últimas.
Siguen dos nuevos estribillos donde se retoman como introducción las primeras coplas ocasionalmente, con la intención de recordar la presencia de ambos amantes juntos por fin y evocar la sensación de transición temporal, de viaje hacia el ocaso.
Sin duda esta imagen es una analogía de la del viaje del amor en la vida, la consecución de un amor que perdure hasta el momento de ir bajo tierra, de nuevo enraizando fuertemente la obra en la poesía pastoril y romántica.
Para terminar, el letrista desvela finalmente todas sus cartas con un nuevo y sentido homenaje al genio granadino de Federico García Lorca y su «Romancero Gitano»:

«nonanoinonona
nonanoinonona
nonanoinonona…»
Con esta demostración del valor de las palabras de este inmenso grupo castellano, espero que se hagan merecedores de la estima que merecen en el mundo literario como maestros de la lírica costumbrista y, por qué no, llegar incluso a recibir próximamente un reconocimiento mundial al igual que el que se le ha dado a Bob Dylan con el Nobel de literatura, he dicho.
Si te gusta la poesía (de verdad) os invitamos a pasaros por nuestra sección de literatura.
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