Un relato de terror. Parte 2

Continúa leyendo la historia que le contó un joven condenado a muerte al sacerdote que le estaba dando la extremaunción. Descubre todo lo que ocurrió aquella noche en el cementerio de Smallvile. La fiesta del cementerio, un relato de terror.

La fiesta del cementerio

¡Dios sabe que no era mi intención! comenzó a gritar el prisionero. “¡No era mi intención! No quería hacerlo… pero lo hice. El reo, abatido, calló un tiempo, como si necesitara recobrar las fuerzas y el ánimo para poder continuar. “No era mi intención pero lo hice. Mientras estaba avanzando lentamente, siguiendo al trío de bailarines, al llegar a la esquina de un bloque de nichos, de entre las sombras saltó otra silueta frente a mi. La silueta gritó. Yo grité. Y golpeé a la silueta con la pala con todas mis fuerzas.  La figura cayó como un bulto al suelo, y en un atisbo de claridad pude vislumbrar el rostro ensangrentado e inerte de John. Me había querido dar un susto surgiendo entre las sombrar y yo le había golpeado. Intenté zarandearle, pero seguía inmóvil, inerte y sin respirar. Había matado a John. ¡Había matado a mi amigo!”

“En ese momento me espanté, solté la pala y salí corriendo. En la mente solo tenía la idea de que había matado a John, a mi amigo. No cabía nada más en mis pensamientos, ni las siluetas bailarinas, ni que me estaba dirigiendo al centro del cementerio. Un sudor frío caía por mi cara y cegaba mis ojos, pero seguí caminando a trompicones hasta llegar a un lugar iluminado con una luz fantasmagórica”.

Me detuve, la luz provenía de una hoguera. Las lenguas de fuego danzaban anárquicamente y se elevaban hasta el cielo. Las llamas crepitaban y a la vez se oía una extraña melodía. Aparté los ojos de la hoguera y miré alrededor. Estaba rodeado”.

Unas figuras esqueléticas, con carne putrefacta colgando de sus miembros y caras, con ropajes andrajosos y apolillados, unas figuras infernales iluminadas por la cambiante y caótica luz de la hoguera. Estaban cogidos de las manos, moviéndose, contoneándose, bailando alrededor del fuego. En ese momento me percaté de Kevin, estaba dentro del círculo de cadáveres”.

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¿Acaso estaba bajo el influjo de malditos hongos y aquello no era más que producto de una fantasía? Mi mente era incapaz de aclararse. Entonces Kevin advirtió mi presencia y, alzando la voz sobre la melodía que seguía sonando, me dijo: «Mira, Paul ¿No es fantástico? Esto es genial, las setas son geniales. ¿Ves a los muertos bailando? Mira, y John está bailando con ellos»”.

¿Cómo era posible que tanto Kevin como yo tuviéramos la misma alucinación? ¿Qué diabólica brujería estaba actuando? Me sentía a punto de desfallecer, no sé como podía seguir en pie. Entonces me percaté que el círculo de muertos se iba haciendo más pequeño y más pequeño. Ya no estaban rodeando la hoguera, estaban rodeando a Kevin. La confusión dio pasó al miedo, el miedo dio paso al pánico y el pánico dio paso al terror cuando la risa tonta de Kevin se transformó en gritos de horror mientras era devorado por los necrófagos”.

Manos muertas me intentaron agarrar, pero el terror que sentía hizo que pudiera zafarme soltando golpes como pude a mi alrededor.  Una vez pude escapar de sus presas comencé a correr, a correr por mi vida. Aquello no era una fantasía, aquello era totalmente real”.

Seguí corriendo hasta que, de repente, tropecé con alguien o algo que me cerraba el paso. Caí de espaldas y quedé sentado sobre el suelo. Frente a mi pude ver quien me bloqueaba la salida. Vi su rostro ensangrentado, su nariz fracturada, su frente hundida, sus ojos inertes y una pala entre sus manos. Le reconocí, era John, mi amigo al que había golpeado y propiciado su muerte. Y ahora estaba bloqueando el camino hacia la salida del cementerio, hacia la salvación”.

Cerré los ojos y me preparé para recibir el golpe y morir. Pero no ocurrió nada. Aún tarde unos segundos hasta que finalmente me atreví a abrir los ojos. John se había hecho a un lado y lentamente con un gesto me cedió el paso hasta la puerta del cementerio. Asombrado y preso del miedo me reincorporé y comencé a caminar despacio hacia la puerta, paso a paso.  Al pasar junto a John este seguía inmóvil con su rostro cubierto de sangre seca. Antes de cruzar la puerta escuché una voz de ultratumba, una voz que dijo: «Volverás». Me giré y vi como John se alejaba riendo”.

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«Volverás»

“¡Padre, por favor!” gritó el condenado. No deje que me entierren en aquel cementerio,por favor, no les deje ¡No les deje! No quiero ir, no quiero ir, no quiero ir…”

El prisionero entró en un estado catatónico, repitiendo sin parar: “me está esperando, me está esperando, me está esperando”. Como pude hice los ritos de la extremaunción, pero nada más salir de aquella celda acabé vomitando.

Para finalizar mi historia he decir que los cuerpos de Mark y Kevin jamás han sido encontrados, pero el de John sí fue descubierto al día siguiente. Su cadáver sostenía una pala entres sus manos y un su rostro se dibujaba una sonrisa terrorífica. Paul fue finalmente ejecutado y a pesar de mis esfuerzos no pude evitar que fuera enterrado en el cementerio de Smallvile, junto a la tumba de su amigo John.

Y así acaba el relato de Julius Stevenson. Espero que os haya gustado. Para más relatos, poemas y artículos no dudes en visitar la sección de Literatura de Creative Katarsis.

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