Fariña – El producto del éxito
Con sus dos primeras temporadas emitidas y otras tantas en el horno, Narcos ha sido la pieza más mediática encargada de colocar el narcotráfico de los 90 de nuevo encima de la mesa. Ya es por todos conocido la manera en que Pablo Escobar, el cártel de Medellín y los demás cárteles de la zona, revolucionaron el tejido social colombiano a finales del siglo XX. No obstante, el viaje de la cocaína no se limitó a cruzar la frontera con Estados Unidos y penetrar en la sociedad americana, sino que la costa que baña el noroeste de nuestro país fue también gran partícipe de esta nueva amenaza, la fariña.
Las alarmas del narcotráfico gallego hace ya años que dejaron de saltar en los medios de comunicación nacionales, sin embargo, hubo un tiempo en el que copaban constantemente los noticiarios, y es que el 80% de la fariña que llegaba a Europa en los años 90, lo hacía por las costas gallegas.
Mansiones, coches de lujo, festivales gastronómicos en los mejores restaurantes de la ciudad, la vida del narcotráfico era pura opulencia y ostentación y nada les hacía pensar que debían ocultarlo. Eran épocas en las que los capos gallegos podían haber sido protagonistas o fieles reflejos de historias que hoy en día nos relatan series como las que anteriormente hemos nombrado.
Fariña, obra de Nacho Carretero, describe la pesadilla que sufrían y hoy todavía sufren, con el narcotráfico, los vecinos gallegos. Una historia de clanes, familias, lanchas perseguidas por helicópteros, y algún que otro ajuste de cuentas, que enganchan al lector desde el primer párrafo del relato.
¿Miedo, respeto o normalización?
Este texto refleja la impunidad con la que los capos ejecutaban todas sus operaciones. Increíblemente el narcotráfico gallego contaba con el beneplácito mayoritario de los vecinos de la tierra. El pasado, en cierta medida inocuo, del contrabando tabacalero, actuó como anestesia local para conseguir el silencio de aquellos que se beneficiaron, de una forma u otra, del dinero que llegaba por la costa a bordo de barcos y planeadoras.
Altos cargos de las fuerzas de seguridad del estado, políticos, grandes empresarios, todos ellos, confluían entre contrabandistas en fiestas organizadas y costeadas por capos del narcotráfico. Los partidos miraban hacia otro lado a cambio de financiación y todavía a día de hoy, siguen en lo más alto de la política gallega figuras con férreas relaciones pasadas con los narcotraficantes.
Fue necesario un gran golpe como la llamada Operación Nécora, capitaneada por el juez Baltasar Garzón, para que el narcotráfico gallego viera, aunque fuera de refilón, las orejas al lobo. Esta operación bajó los “humos” de los capos, que pudieron darse cuenta de que el estado los había puesto en el punto de mira. Hay otro importante frente de lucha que plantó, sin temor, cara a los capos gallegos, las madres que luchaban sin cesar mientras veían consumir la vida de sus hijos por la cocaína.
Los Charlines, Sito Miñanco, Laureano Oubiña o Marcial Dorado, son los principales líderes de aquella época dorada del narcotráfico gallego, quizás les suene este último, hace unos pocos años salió a la luz una foto donde se le podía ver a bordo de su yate junto a Núñez Feijóo, el actual presidente de la Xunta de Galicia.
Los sucesores
A día de hoy la guerra no ha terminado, el aislamiento, la magnífica localización con la que cuenta Galicia y el prestigio conseguido en las últimas décadas, mantienen esta tierra como la principal entrada de fariña en Europa. Los nuevos clanes (en su mayoría descendientes de las generaciones anteriores), solo se encargan, en gran medida, de la entrada y transporte de la mercancía, pero sigue siendo un eje fundamental de las grandes organizaciones del narcotráfico. De una forma u otra, en Galicia, esta obra no ha bajado el telón.
Si os han apasionado series como Gomorra, The wire, o Matalobos (Producción gallega sobre familias pertenecientes al narcotráfico) Fariña está en proceso de ser llevada a la pantalla, tenemos una historia cercana que merece ser vista y entendida, nos guste o no, es parte de nuestro pasado, presente y a todas luces de nuestro futuro, porque como bien dice su autor, “No se debe olvidar lo que nunca ha terminado”.
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