EL SENSACIONALISMO
De todos es sabido que hay sensacionalismo en las noticias, y muchos se quejan de esa tendencia que hay en los medios de comunicación. Sin embargo, no profundizan en que sin el sensacionalismo, el receptor no se sentiría implicado en el mensaje, y en consecuencia, tampoco se sentiría informado. El sensacionalismo es, según Carlos Lozano Asencio; profesor de la Universidad Rey Juan Carlos, «causa y consecuencia de la mayor amplitud en la difusión de la prensa industrial de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.»
El receptor siempre buscará el mensaje más atractivo porque se sentirá mejor informado, por tanto, el sensacionalismo es un requisito imprescindible para cualquier medio de comunicación de masas. Y como explica Miquel Rodrigo: «esta demanda de acontecimientos hace que sea frecuente la exageración o incluso falsificación del acontecimiento. Estamos en la época del nacimiento del periodismo sensacionalista.» El principal riesgo del sensacionalismo es llegar a exagerar los hechos, narrar situaciones que nunca ocurrieron y dejar de lado la ética que todo buen periodismo debe llevar consigo.
Un ejemplo de falta de ética en el periodismo por intentar presentar la información de forma atractiva y llamar la atención del espectador es el ‘caso Julen‘, suceso que algunos medios convirtieron en un reality show en directo.
Un medio de comunicación es, al fin y al cabo, una empresa que busca sus propios intereses económicos, y para conseguirlo, trata de conmover al lector. Carlos Lozano Asencio señala que «los periódicos de finales del siglo XIX se convierten en los principales agentes de la socialización, el orden social y de la construcción del acontecer público, al tiempo que se convierten en empresas muy lucrativas». Y según Belén Alonso, «el resultado principal (de la prensa de masas) fue que las noticias se convirtieron en un objeto de consumo masivo. Si el final del siglo diecinueve señala el triunfo de la nueva prensa, el comienzo del veinte observa su consolidación.»
El sensacionalismo no solo era una cuestión de recursos narrativos, también ha ayudado a jerarquizar la información y hacer ver al espectador qué noticias son más importantes. Siempre desde el criterio del propio periodista. Hector Borrat afirma que «cada periódico de calidad busca por esta nueva vía llegar a nuevos lectores, predominantemente jóvenes, mediante un precio más bajo, textos más cortos, contenidos actualizados y -acercándose con cautela a la referencia sensacionalista- titulares y fotos de mayor impacto».
Este recurso tiene una mayor relevancia en casos relacionados con catástrofes, como comenta Carlos Lozano Asencio: «el modelo hegemónico con recursos sensacionalistas es un formato que se va consolidando y también se va imponiendo a la hora de hacer coberturas periodísticas a propósito del acontecer de riesgos y catástrofes mediante narrativas y recursos técnicos que buscan conmover a los receptores. Es obvio que la presencia de los cuatro elementos (emisor y receptor), (periodistas y audiencias), instrumentos (prensa de masas), expresiones (acontecer de riesgos y catástrofes) y representaciones (sensacionalismo)] son necesarios para que existan coberturas de grandes desastres tal y como las conocemos hoy en día.»
Un telediario sin sensacionalismo sería, por ejemplo, un noticiario sin música y sin apelar al sentimiento. Solo una persona mostrando los datos necesarios para que el consumidor esté informado, aunque realmente el espectador no sienta eso y muy probablemente cambie de canal. El hundimiento del Titanic no habría trascendido de la misma manera sin la ayuda del sensacionalismo. Carr Vattel, redactor del New York Times, llevó a cabo la cobertura del derrumbe del barco utilizando los recursos técnicos y narrativos de esta tendencia periodística por primera vez en la historia del periodismo.
Esta misma técnica fue utilizada durante la Primera Guerra Mundial y ayudó enormemente a los lectores a interpretar el conflicto bélico. No obstante, al finalizar la guerra se percataron de algunas exageraciones y mentiras.
En la actualidad, cuando los periodistas informan sobre riesgos y catástrofes, se abordan con rapidez debido a que la instantaneidad tiene un valor añadido que el espectador, oyente o lector valora notablemente, pero se corre el riesgo de transmitir una información insuficientemente contrastada.
En conclusión, el sensacionalismo es importante, y a la vez, un problema. Quizás en el equilibrio esté la perfección, pero siempre es debatible. Lo que sí está claro, como bien dice Carlos Lozano Asencio, es que «sin comunicación, ni sensacionalismos, no hay riesgos ni catástrofes.»
Si le ha gustado este artículo, quizás le interesa leer La universidad y su corrupción.
[…] Si le ha gustado este artículo, le recomendamos leer: El sensacionalismo, ¿un mal necesario o una tendencia que hay que evitar? […]