EL INFIERNO DE LA INCERTIDUMBRE
Una estructura de pisos en vertical; casi infinita, pues únicamente sabes dónde empieza, pero no donde termina. Habitaciones de dos huéspedes… y en medio: un profundo hoyo, por donde una plataforma llena de comida se va parando por cada planta para abastecer a los presos. Una plataforma que nunca llega con nada a los niveles inferiores, provocando así la locura… Pues ya veis, una cárcel muy peculiar.
Este es el espacio donde se desarrolla El hoyo, película dirigida por Galder Gaztelu-Urrutia. Una producción que sumerge al público en una experiencia perturbadora y asfixiante, provocando que más de uno haya apartado la mirada de la pantalla para esas escenas más explícitas.
Estrenada en Netflix hace apenas unos días. Hoy veremos la crítica de El hoyo, pero ya os advierto de la presencia de spoilers. Así que no sigáis leyendo si todavía no habéis visto la película.
Para un poco que me ahogo
La escena de arranque ya adentra en el mundo agonizante que pronto vamos a vernos obligados a digerir, resolviendo también las preguntas necesarias para comenzar la sucesión de escenas entre las paredes grises del hoyo. Así la película mantiene palpitante la tensión y disconformidad según avanza.
Añade personajes que van sellando despacio las secuencias, para así dar forma al final que – por muy predecible que pueda resultar – logra estremecer más de lo esperado y propone una profunda reflexión sobre diversos temas tratados en la cinta.
RELACIONADO: Joker – El retrato social de un mundo de locos
Con escenarios muy bien conseguidos y una dirección que cautiva la desagradable sensación visual del espacio, El hoyo se amolda al género establecido y añade esas mezclas personalizadas de elementos externos. Y por eso sabe ganarse los momentos de mayor equilibrio dramático. Igual que los diálogos: con su sentido y estructura, y motores para el avance dramático.
Poco del mundo y abandono del protagonista
Han faltado explicaciones. Han faltado cierres. Y, sobre todo, a mí me ha faltado ver un poco más al personaje de Goreng en su proceso de transformación. Lo mismo ocurre con el contexto para asentar las bases de lo que realmente es el hoyo. No se ha indagado mucho en la creación del espacio protagonista, que funciona como un mismo personaje.
El hoyo es desagradable. Lo busca y lo necesita. Pero hay puntos en los que se deja llevar mucho (demasiado) por el gore, cuando ya sobra un poco para ciertas escenas. La película además se deja por el camino alguna que otra trama sin resolver. Si nos fijamos, El hoyo está construida por varias tramas pequeñas que se unen para crear la general.
Deja ese final abierto que ha dado paso a tanta confusión y teorías varias sobre el verdadero significado de la película.
El hoyo tiene un claro mensaje y es justo el que ahora necesitamos
No es muy complicado entender el punto al que quiere enfocarse El hoyo. La manera de actuar de las personas ante situaciones de pánico, donde el miedo toma el control de la situación. Ahora empezáis a ver porque la película es tan representativa para el momento actual que nos ha tocado vivir.
Supermercados vacíos, caos en las tiendas, la gente dominada por el pánico que arrasa con todo sin pensar en los demás… Sin duda, una semejanza que no debe de pasarse por alto y sobre la que debemos reflexionar.
Más allá de los puntos que puedan reducir la calidad (sobre todo a nivel narrativo) de esta película, creo que El hoyo ha supuesto una innovación general para un público acostumbrado al thriller de estructura clásica con montaje estilístico.
El hoyo hay que verla. No podrás quitártela de la cabeza por un tiempo, te lo aseguro. Pero cuidado, no es para todos los públicos. Obvio.
Si te ha gustado nuestra crítica de El hoyo, puedes leer este artículo donde hablamos sobre las series adolescentes más destacadas de la década, haciendo mayor hincapié en Euphoria, protagonizada por Zendaya.