No sé si os pasa como a mí. Estoy cerca de los cincuenta, peino canas, estoy pasado de peso y la elasticidad y los achaques llevan una relación indirecta, la una baja, los otros suben. Pero… aprovechando que el otro día, el 25 de julio de 2020, se cumplieron cuarenta años del “Back in Black” de AC/DC, volví a escucharlo. Y me volví a poner la discografía entera de los australianos. Y me volví a recorrer el pasillo haciendo el Duck-walk y haciendo air guitar. De nuevo, como una moto. Bastan dos riffs de esta gente para sacudirte las décadas de encima y empezar a comportante como poseso. Cuarenta años, cuatro décadas de nada, y el disco de AC/DC sigue siendo un trallazo de aupa, una obra maestra inmortal, sin nada que ver – por fortuna- con los últimos premios otorgados por la Sociedad Americana de Compositores, Autores y Editores (ASCAP).
Si no sabes quienes son los australianos, te has tirado los últimos cuarenta años metido en una cueva o escuchando mierdas como la del compositor del año elegido por la ASCAP. Si queréis saber más sobre Angus Young y compañía, hay unos cuantos libros publicados al respecto de la vida, obra y milagros de AC/DC. Pero no es de la historia de la banda de lo que hablamos, sino de un momento en que la banda hizo Historia, fueron y se convirtieron en Historia. Hablamos de 25 de Julio de 1980, cuando la banda publica el que sería su séptimo álbum, el “Back in Black”. Y hablamos de un disco que, a nivel internacional, está entre los más vendidos de todos los tiempos, siendo sólo superado por una burrada sónica como es el “Thriller” de Michael Jackson. Pero, ventas aparte, este disco es mucho más que eso. Vamos a ponernos en antecedentes.
AÑOS 70’S: LA DECADA QUE VIO NACER A AC/DC.
Woodstock se había quedado en un idílico recuerdo de tres días de amor, paz y música. Los EEUU despiertan de su irreal concepto del mundo y descubren que los buenos muchachos americanos que están salvando al mundo del Comunismo, en realidad se dedican a hacer matanzas en aldeas como la de My Lai. En la música, aquellos jóvenes idealistas se quedan sin sus maestros y descubren que, uno tras otro, los ídolos mueren pasando a engrosar el Club de los 27: Janis Joplin, Jimi Hendrix, Jim Morrison… Los estilos y las diferencias musicales se disparan en diferentes direcciones, pero hay algo que falta por encajar.

Los Setenta fueron una época de grandes bandas. LED ZEPPELIN se permitieron el lujo de no ponerle nombres a sus cuatro primeros discos, simplemente se nominaban con números romanos. Para darse la sobrada máxima, una de sus obras cumbre, el cuarto álbum, el publicado en 1971, el “Led Zeppelin IV” sólo contaba con unos mistéricos símbolos que representaban a cada uno de los miembros. De aquel disco se extraen temas tan inmortales como “Black Dog”, el celebérrimo “Starway to Heaven” o «When the levee breaks» con su imposible y muy sampleada pista de batería.
Sobre el año 1973 se sitúa la fecha de nacimiento de AC/DC. Los hermanos Malcom y Angus Young, hijos de unos trabajadores escoceses que, una década antes, habían abandonado los barrios bajos de Glasgow para mudarse a Australia, descubrieron gracias a su hermana Margaret los discos de Rock americano. Enseguida se enamoraron de gentes como Elvis Presley, Buddy Holly, Little Richard y Chuck Berry. Claro que sí, la relación es obvia. ¿De dónde creéis que sacó Angus Young la inspiración para su Duck Walk si no del Padre del Rock?
BLACK SABBATH derivaban del blues rock para intentar parir algo más potente y buscaban recrear la atmosfera de terror de las películas de Mario Bava. Si estudiamos un poco de historia de la Música, sabremos que Tony Iommi se llevó un tercio de los dedos índice y corazón derecho en un accidente de trabajo, por lo que, siguiendo el inspirador ejemplo de Django Reinhardt, se puso unas fundas en la punta de los dedos y siguió tocando a pesar de todo. Como la Gibson SG tenía la tensión normal de una guitarra eléctrica y él no podía pulsar cómodamente las cuerdas, aflojó dicha tensión, dejando las cuerdas más sueltas con lo que ya podía pisarlas sobre el mástil, pero consiguiendo un sonido más grave. Este hecho, unido al uso de otras escalas y arreglos traídos directamente de lo que en los estudios de música de la Edad Media se denominaba como el Interludio del Diablo, el tritono o el “Diabolus in música”, hicieron que esta banda publicase un viernes trece de febrero de 1970 un álbum que podría definirse como proto-metal.
DEEP PURPLE, por su lado, extendían puentes entre distintos estilos musicales y desarrollan una instrumentalización virtuosa debido a los músicos que se aglutinaban en torno al eternamente malhumorado guitarrista Ritchie Blackmore: el Rock más progresivo, la música clásica, algo de psicodelia, el Rock, el Blues, pinceladas de Jazz…
PINK FLOYD habían mantenido el tipo, después de la salida de Syd Barrett, cayendo el desarrollo creativo en el combo formado por Roger Water y David Gilmour. Y de hecho, en el 73 salió el “Dark Side of the Moon”, el “Wish you were here” y el grandilocuente, complejo y político “The Wall” en 1979. Mientras tanto, el PUNK se había cagado en todo, de Iggy Pop y los Ramones nos encontramos de bruces con el lado más garrulo y escatológico con gente como los SEX PISTOLS («Never Mind the Bollocks«, 1977) o la vertiente más intelectual y política de THE CLASH. Así que después de toda aquella desolación de varias bombas termobáricas en la escena músical ¿qué quedaba? Bueno, en aquella época… ¡DISCO SUCKS! La masificación de bandas como BEE GEES, THE VILLAGE PEOPLE o ABBA, las infinitas sesiones de la discoteca STUDIO 54 y… y eso, que ¡DISCO SUCKS!.
Y podríamos seguir hablando de más estilos, más bandas, más ramificaciones del árbol del Rock. Lo cierto es que mientras en esta parte del mundo civilizado, todos estos cambios musicales se estaban produciendo a nivel de Hemisferio Norte, entre América del Norte y Europa. En las antípodas, los hermanos Young, o AC/DC comenzaban a tomar carrerilla. Quizá por eso mismo, por estar en la otra punta del mundo, aislados, no tenían conocimiento de todos esos cambios. O quizá, enamorados como estaban del viejo R’n’R, del puro, del original, del carente de aditivos y de evoluciones y movidas raras, les dieron igual los largos desarrollos instrumentales, las reflexiones filosóficas o los experimentos musicales. AC/DC eran (y son) cinco chavales que se juntaron a rascar unas cuerdas de guitarra y, ¡bueno, como muchas historias del Rock, ahí siguen!
Pero esa década de los años 70’s sirvió para asentar un par de verdades. La industria del entretenimiento, y en concreto, en su sección musical, crece a un ritmo exponencial. LED ZEPPELIN o BLACK SABBATH comenzaron la década renovando la música y creando leyenda. Apenas diez años después, se les empezaba a considerar como dinosaurios aburridos y abotargados por el ego de su propia leyenda. Los estilos, de una calidad cada vez más ínfima, se suceden a velocidad de vértigo y lo que hoy es el último grito, mañana es descartado. Pasaba entonces, y pasa hoy en día, aunque ahora ya es a una velocidad de vértigo. YOUTUBE es el escaparate, y hoy es BILLIE EILISH, pero mañana habrás escuchado hasta la náusea el “Bad Guy” y la repudiarás. Y, sinceramente, es una lástima, porque su álbum “When We all fall asleep, Where do We go?” está repleto de grandes temas y cuenta con una excelente producción.
Pero hablemos del «Back in Black» de AC/DC.
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